Desigualdad: el negativo impacto de la pandemia

Desigualdad: Desde 1990 hasta 2017 la pobreza en Chile iba en descenso, hasta que llegó la pandemia y golpeó a los sectores con menos recursos. La encuesta Casen 2020 fijó en 10,8% el porcentaje de personas pobres en Chile, más de 2 millones 100 mil personas. Cifra 2,2 puntos mayor que la medición de 2017. Los ahorros para la pensión y, posteriormente, las ayudas estatales amortiguaron la caída de los ingresos. Sin embargo, no logró evitar que la brecha de desigualdad aumentara y dejara al descubierto la cruda y dispar realidad que enfrenta la parte más vulnerable de la sociedad.

 

 

Cómo se mide la desigualdad

Uno de los coeficientes que mide la desigualdad de los países es el Gini, donde 0 es equitativo y 1 es muy desigual. Con la pandemia Chile subió de un 0,500 a 0,530. Actualmente el 20% más rico del país obtiene el 51% de los ingresos, mientras que el 50% con menos recursos, se reparte sólo un 21% de la torta. El 10% más vulnerable bajó su tajada de un 2% a tan sólo 1,3%. El 1% de Chile concentra el 49,6% de las riquezas del país.

“En la pandemia todos nos vimos afectados, la crisis económica producto del Covid provocó una gran reducción de empleo, una gran reducción de ingresos, pero, en particular, los grupos más vulnerables sufrieron aún más disminuciones que los de mayores ingresos. Eso aumentó las cifras de desigualdad considerablemente” explica Amanda Telias, economista y profesora de la Universidad Católica.

“La caída de los ingresos, si bien es transversal, las personas con menores ingresos son los que se ven mucho más perjudicadas. El 10% más pobre disminuyó en un 91% los ingresos que tenía. Una familia con un ingreso promedio de 78 mil pesos llegó a 7 mil, que es bastante duro y, en ese sentido, la brecha se produce hacia abajo” complementa el subsecretario (S) de Evaluación Social, Matías Romero, dependiente del ministerio de Desarrollo Social y Familia.

Otro aspecto que preocupa con respecto al aumento de la desigualdad en Chile es la crisis habitacional que provocó la pandemia.  La fundación Techo-Vivienda cifró en 81.643 las personas que actualmente viven en campamentos, un aumento de un 73,52% de las 47.050 personas que vivían el 2019, según el catastro del Ministerio de Vivienda.

“Pudimos constatar que aumentaron cerca de 34 mil familias solamente desde el 2019 hacia el 2021. 34 mil familias más que llegaron a vivir a campamentos. Sabíamos que la gente que estaba viviendo en campamento estaba aumentando, del orden de las 2 mil y 3 mil familias anualmente, pero esto ya fueron 34 mil en dos años».

«Es una cifra no antes vista y que también es una magnitud, que en realidad nos complica a todos mucho. Los principales motivos para irse a vivir a un campamento, son la falta de recursos. De hecho, un 50% de los motivos son de índole económica. Es por no tener empleo o el alto precio de la vivienda, tanto en arriendo como en propiedad, que imposibilita a muchas familias poder acceder a una” analiza la directora del Centro de Estudios Socioterritoriales de Fundación Techo-Vivienda, Pía Palacios.

La desigualdad creció en pandemia

La pandemia dejó en evidencia otros factores de desigualdad. “Se empezaron a dar cuenta en la situación que estaban viviendo miles de familias a lo largo del país. Que las familias no pueden acceder a agua potable, por lo tanto, no podíamos cumplir con las medidas sanitarias. De que no podíamos resguardar un distanciamiento físico dentro del hogar o tampoco podíamos aislar a una persona, en una sola habitación, porque en el fondo no tenemos más habitaciones para el resto de la familia”, explica Palacios.

 

 

Además, quedó de manifiesto que en nuestro país la dependencia que existe entre el dinero y el bienestar de las personas es muy estrecha, lo que acrecienta las diferencias. “La desigualdad de ingresos no sería tan importante, si nosotros tuviésemos acceso, por ejemplo, a ciertos servicios sociales como salud y educación, sin necesariamente tener que pagar» asegurar la economista Telias.

«Quizás no sería tan importante la desigualdad. En cambio, en nuestro país, está bastante correlacionado el ingreso que tenemos con la capacidad de pagar por una mejor salud, una mejor educación, mejores viviendas o vivir en mejores barrios”, complementa la docente.

“Estas desigualdades ya existían en el país. El problema es que la pandemia vino a profundizarlas y también vino a sacar a la luz las formas en las que se están habitando las ciudades actualmente” aporta Pía Palacios.

Otro aspecto que influye en las desigualdades del país tiene que ver con el geográfico. “La desigualdad que tenemos con bienes y servicios que podemos acceder en la zona central, en Santiago, versus los bienes y servicios que puede acceder las personas en otros territorios. Sabemos que el acceso a la salud es muy diferente, a especialistas, a hospitales, atención oportuna, es muy diferente estar en Santiago versus otras regiones del país y también es muy distinto en las áreas de Santiago, en las cuales vivimos”, dice Amanda Telias.

“El 2% de las personas más ricas en Chile tiene un ingreso similar, en dólares, al 2% de personas más ricas en Alemania y Chile es un país más pobre que Alemania. Por lo tanto, si sus ricos son tan ricos, como los ricos de Alemania, es porque algo no está bien” asegura el profesor, Javier Rodríguez, de la Universidad de la República de Uruguay, que hizo su tesis de doctorado sobre la desigualdad política y económica de Chile entre 1850 y 2009.

La respuesta del Estado

“En términos de asistencia, de cuántos recursos nos llegaron, transferencias monetarias, subsidios para apaliar la crisis económica, el año 2020, en particular, estuvimos más flojos. Hubo poca entrega de asistencia social, de transferencia monetaria directa a las personas más perjudicadas por la crisis económica, que son los grupos más vulnerables de la población. Se podría decir que durante la parte más dura de la pandemia, la parte más crítica, se hizo mucho más uso de los ahorros individuales de las personas, que de lo que uno, comúnmente, conoce como protección social”, opina la profesora de la Universidad Católica.

“Este año fue un poco mayor, lo vimos a través de los Ingresos Familiar de Emergencia, que se decía que llegó un poco desfasado. La actividad económica ya estaba volviendo, las cuarentenas disminuyendo, estábamos retomando la actividad económica en pandemia, acostumbrándonos también a esta nueva realidad y ahí empiezan a llegar estos subsidios, un poco desfasados” complementa la docente.

“Según Cepal, si nosotros no hubiésemos entregado por parte del Estado toda esta ayuda, la pobreza que está en un 10,8%, habría sido de un 13,7%. La pobreza extrema de un 4,3%, habría alcanzado quizás cifras de un 5,9%. Las ayudas de alguna manera atenuaron, pero no permitieron lograr el efecto más importante que fue la pérdida de ingresos, la baja considerable de ingresos en las familias más vulnerables” asegura el subsecretario de Evaluación Social.

 

 

Un problema histórico

“Yo lo resumiría así, nunca fue un país igualitario, pero en algunos momentos de su historia fue menos desigual que lo que ha sido del ochenta para acá. Es una sociedad que, si uno compara las medidas de desigualdad y las pone con 130 países, no es el país más desigual del mundo, pero está ahí, entre los primeros 20” asegura Javier Rodríguez profesor uruguayo.

“Chile viene de una sociedad durante la mitad del siglo XIX (1800) muy marcada por el régimen de hacienda, que viene desde el pasado colonial, en donde hay claramente una estructura de poder muy tradicional. Hay ciertos avances, en el período salitrero, del boom del salitre (1880) donde hubo una reducción de la desigualdad. Tiene que ver con una cuestión un poco puntual que se generó ahí. La expansión de las fronteras hacia el sur, también hacia el norte, que le permitió a trabajadores de la zona central buscar oportunidades de vida en otros ámbitos” explica el docente.

“Luego hay un período de retoma de control dentro de la república oligarca (1900-1930), más tarde hay un período de democratización y expansión de sectores medios, en los años 40´, 50´, 60´, 70´, crecen los empleados, por ejemplo, porque las empresas se hacen más grandes. La sociedad había expandido la educación desde el período anterior. Hay más trabajadores administrativos, hay un crecimiento de la clase media, que se asocia y tiene lógica con cambios políticos, como la influencia del partido radical que es como el eje de ese frente popular”, continúa.

“Y eso llega a un extremo con Allende y aborta con el golpe, aunque ya era bastante problemático por desequilibrios económicos el gobierno de Allende. Durante la dictadura la desigualdad sube mucho, se produce un cambio de nivel, como subir un escalón muy alto. A fines del ochenta Chile era el país quizás más desigual del mundo o andaba ahí. Se ha mantenido desde entonces un nivel muy elevado de desigualdad”, asegura el docente uruguayo Javier Rodríguez.

Como aspecto positivo, con la vuelta a la democracia el país ha tenido importantes avances en combatir la pobreza. “Chile en el año 1990 se decía que tenía un 68,5% de hogares vulnerables o personas en situación de vulnerabilidad. El año 2017 llegamos a un 8,6% y subimos un 10,8% del 2017 al 2020, pero Chile sigue avanzando en eso. Obviamente esto afectó, la pandemia fue un shock súper importante para la familia chilena. Nos hizo retroceder en todos estos avances que habíamos tenido”, detalla el subsecretario Romero.

 

 

Cómo mejorar el sistema

Existen distintos factores que contribuirían a robustecer el sistema de protección social. Para el subsecretario de Evaluación Social el trabajo formal es clave. “La cotización al final del día te entrega dos cosas muy importantes, el seguro de salud y también el seguro de cesantía. Durante la pandemia, los que más se vieron afectados, justamente por la baja de ingresos, no estaban cotizando la mayoría de ellos, por lo tanto no tenían las dos principales herramientas que te permitían de mejor manera afrontar la pandemia. Un gran problema estructural que tenemos como país es bajar la informalidad”.

La profesora Amanda Telias cree que hay que mejorar en extender la cobertura del Estado, precisamente, para proteger a aquellos que no están trabajando de manera formal. “Se debería mejorar esta seguridad social, deberíamos estar más protegidos todos frente a estos eventos contingentes. No sólo aquellos trabajadores que están formales y protegidos, sino que extenderlo a trabajadores que lo hacen por cuenta propia, de manera informal. Un camino es formalizando, pero otra alternativa también es proteger. Que el Estado sea más protector frente a momentos de adversidad de todos”.

“Deberíamos tener acciones contingentes, para las situaciones en particular de las familias. Estar protegidos frente a la pérdida de empleo importante en el hogar, protegidos frente a la enfermedad de un miembro del hogar, etcétera. Y eso va más allá de los subsidios monetarios, sino que tiene relación con el sistema de salud que podemos instaurar, que podemos ampliar y profundizar, el sistema de educación… en fin” concluye.

Un aspecto en el que coincide la Directora del Centro de Estudios Socioterritoriales de Fundación Techo-Vivienda, Pía Palacios. “Tenemos que apuntar a como sociedad también empecemos a caminar para preocuparnos, entre todos. Sabemos de que el Estado tiene que ejercer un rol muy fuerte, tanto como ente fiscalizador como también de que asegure políticas públicas, de que efectivamente correspondan a un robusto sistema de protección social y no tan sólo dejarnos, prácticamente, a la suerte”.

El profesor uruguayo Javier Rodríguez lo ve de esta forma, “yo creo que los principales objetivos son para distintos sectores, segmentos de la sociedad, de la política chilena. Uno es que, quienes han sido privilegiados, tienen el desafío de entender que están sentados sobre un volcán… Muchas veces las elites se suicidan. Toda revolución, en el fondo es un suicidio de una elite que no estuvo dispuesta a cambiar algo, a cambiar a tiempo, tratando de mantener sus privilegios. A veces les sale bien para las clases dominantes y hay veces donde terminan cortándoles la cabeza…»

Sectores más en la izquierda política tienen que entender que, si quieren reducir la desigualdad por una vía destructiva, el resultado va a ser peor. De alguna manera tienen que combinar eso, sin matar el funcionamiento del mecanismo económico. Para que la desigualdad sea un factor que contribuya a una mejora del bienestar general, de la calidad de vida, tiene que de alguna manera contribuir a la generación de riquezas y por eso es tan difícil también”.

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